Atlas (de geografía erótica)

(…) las bocas se encuentran y luchan tibiamente,
jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene
con un perfume viejo y un silencio.
(Julio Cortázar)

Abro tu boca,
lentamente, con mis labios,
la abro
expectante por recibir esa caricia,
húmeda y jugosa,
llamada beso.

Recorro,
tu comisura es el borde de una fina copa
de vino ardiente , denso y rojizo
al que aguardan mis papilas,
parándome y disfrutando
profunda y lentamente de cada pliegue.

Tus labios,
tiernos y carnosos, responden a la caricia,
creando una cámara estanca,
un vacío y un silencio
un acuario con dos peces luminosos
que juegan a buscarse y encontrarse
deslizándose en la íntima oscuridad
que existe entre dos caras.

Me separo
de tu boca a la piel de tus mejillas.
Como un topógrafo la mido,
la recorro,
la limito,
dejo constancia de su existencia,
tan próxima ya a la de tu cuello
que me espera, ávidamente
con el ansia de un sediento.

A él llego
con la semilla de un deseo
y un anciano temblor.
Aquí la caricia te estremece, te acentúa,
tu cuerpo me responde
con una reacción en cadena
como un seísmo dulce y profundo,
iniciando procesos misteriosos
que anticipan la llegada del magma.

Me encamino
al desierto imposible de tus dunas,
oblicuas y perfectas,
en un horizonte de ritmo palpitante
que se extiende, tentador, más allá de tu cintura.

Tu voz/tu luz
se hace más endeble, se atenúa,
cediendo su energía al comienzo del seísmo
que se engendra, contenido,
en tu más profunda litosfera,
cerca del lugar,
donde excavan mis caricias,

Tu cuerpo se transforma, tu superficie
adquiere otra postura,
otro color,
otro aroma,
otra textura,
emanando oscuras melodías
que salen por tus poros
como ardientes fumarolas.

El temblor se convierte en magma
desbordando toda esa energía y
tu voz/tu luz
regresa nítida como un disparo
liberando todo el poder que contienes
como un volcán adormecido
al que despierto de su letargo.

Keral

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