Atención,
antes de nada,
lee la etiqueta
(es decir, mira a los ojos)
porque hay gente que puede ser alérgica.
¿Lo hiciste?
Bien, concéntrate.
Suelta tus brazos,
déjalos relajados,
que caigan hacia el suelo.
Siente tus dedos:
se han vuelto pesados.
Ahora es como si cargases con una nube de energía
alrededor de tus manos.
Levanta los brazos,
ábrelos
como si fueses a coger una gran pelota de playa.
Acércate al que tienes delante
y siente cómo te está esperando.
Si es más alto que tú,
entra bajo sus brazos;
si es de tu misma estatura,
un brazo sobre su hombro
el otro bajo el sobaco
y, si has tenidos suerte,
y tú eres más alto,
no fallarás:
rodéale por los hombros,
pegándote a su cabeza,
ajustándola en tu regazo.
Ahora, atento,
lo más importante ha llegado:
oprímete, firme, contra él,
cuerpo a cuerpo
espalda junto a brazos,
como queriendo unir vuestros latidos
y fusionar vuestros pedazos.
Siente esa energía que traías
y transpórtasela a tu otra mitad,
liberándola en el centro de vuestro abrazo.
Y aguarda,
disfruta,
saboréalo el tiempo que sea necesario,
pues un abrazo es el mejor momento
para sentir cómo la vida está respirando.
Keral